Las endorfinas representan lo que es bueno para la salud, el bienestar y la armonía, o el mantenimiento de la
especie: el amor, el sexo, la lactancia, comer. Son proteínas responsables de la creación de vínculos, ya sean amorosos, amistosos, familiares o sociales.
Las endorfinas son pequeñas proteínas derivadas de un precursor producido a nivel de la hipófisis, una pequeña glándula ubicada en la base del cerebro. Podemos
estimular la producción de endorfinas mediante el ejercicio físico y actividades placenteras.
Todo empezó con la investigación sobre las drogas, cuando se observó que el opio, la morfina o la heroína producían sus efectos tras encajar en unos receptores
específicos en las células. Pero dado que el organismo no tiene receptores más que para lo que produce, un equipo de investigadores intuyó la existencia de sustancias internas similares a estas
drogas. La investigación dio como fruto el descubrimiento de unas proteínas, las endorfinas ("endomorfinas"), responsables de las sensaciones de bienestar, placidez, alegría, placer, ganas de
vivir (el mismo efecto que producen el opio y la morfina, pero sin efectos adversos). Es el sustrato bioquímico de la "sal de la vida". El contacto piel con piel aumenta su producción: es la base
del "sana sanita" con el que las madres "curan" a sus niños. La sensación de euforia del enamoramiento o el estado de bienestar tras el orgasmo son ejemplos de un "pico" en la producción de
endorfinas. A ellas se debe el placer que produce la contemplación de la belleza, el contacto con la naturaleza, la risa. Su potente influencia sobre el sistema inmunitario explica el efecto
placebo, y ayuda a comprender por qué los estados depresivos favorecen las enfermedades. Los leucocitos son extremadamente sensibles a las endorfinas, para las cuales tienen receptores
específicos. Las endorfinas aumentan la producción y eficacia de las células T killer, que combaten a virus, bacterias y células cancerosas y también estimulan la síntesis de antioxidantes
endógenos.
Su secreción es continua, pero está sujeta a influencias. Se favorece por un estado mental relajado y receptivo, lo que se conoce como estado alfa, pero disminuye
en estado beta: tenso y mentalmente activo. Esto explica por qué un estrés excesivo y mantenido no sólo impide disfrutar de la vida: también promueve la enfermedad.
Si analizamos bajo este punto de vista lo que sucede en el parto, resulta fácil comprender por qué se ha
convertido en algo tan difícil. Lo que es vital para el mantenimiento de la especie es "premiado" por la naturaleza con un aumento en la producción de endorfinas. Por ser vital para la especie y
además doloroso, el parto se acompaña de una marea endorfínica que amortigua y modifica la percepción del dolor, favorece la dilatación y prepara el vínculo con el recién nacido. Pero la
producción tanto de endorfinas como de oxitocina (hormona conductora del parto) es fácilmente inhibida por las hormonas del estrés. Y el estrés es inherente al parto hospitalario a causa de
factores como la falta intimidad (que toda mamífera necesita para parir), la postura inmovilizada boca arriba, las prácticas de rutina o la posición subordinada de la parturienta dentro de la
jerarquía hospitalaria.
Estas "moléculas de la felicidad" constituyen pues un puente entre mente, emociones y cuerpo, y favorecen de un modo natural, inocuo, autónomo y muy barato los
mecanismos internos de curación. También inciden en nuestra capacidad para disfrutar de la vida y afrontar con optimismo las vicisitudes diarias, con un efecto de "ida y vuelta": el buen humor
promueve la producción de endorfinas, y éstas a su vez promueven el buen humor. Es una auténtica botica de "medicina natural interna" cuyo estímulo, afortunadamente, depende en gran medida de
cada uno.
Las caricias, besos y abrazos estimulan la descarga de endorfinas, además de feromonas, hormonas que aumentan
el atractivo de la persona y cautivan a la pareja. La combinación de estas dos hormonas produce una situación de intenso placer, durante y después de la relación sexual.
La risa tiene una notoria influencia sobre la química del cerebro y del sistema inmunitario, por eso es la mejor fuente de endorfinas. Basta con esbozar una sonrisa
para que nuestro cuerpo comience a segregar endorfinas especialmente encefalinas.
El masaje provoca grandes descargas de bienestar, ya que las terminaciones nerviosas trasmiten el roce de las manos sobre la piel hasta el cerebro activando la
secreción de hormonas de la felicidad. La música melódica provoca una importante liberación de endorfinas, consiguiendo una disminución de la frecuencia cardiaca y respiratoria así como una
importante relajación muscular.
En nuestras manos queda, pues, la posibilidad de "automedicarnos", sin temor a los efectos secundarios. ¿Qué estamos estresados, fatigados, faltos de motivación?
¿Qué a pesar de "tenerlo todo" estamos en estado de tensión y no conseguimos disfrutar de nada en especial? Puede ser que nuestras endorfinas estén bajo mínimos. Quizá sea el momento de parar y
regalarnos un paseo en la naturaleza, un partido con los amigos, o quizá una cena romántica, ir a ver una comedia o salir a bailar. ¿Qué no es posible? Siempre nos queda disfrutar de un rato de
juego con los niños, ver una película de risa, conversar, escuchar nuestra música favorita, darnos un baño caliente, hacer una sesión de yoga, masajes. Cuando nuestra mente esta relajada las
endorfinas se segregan con mayor facilidad y en mayor cantidad.
Recopilación de artículos escritos por:
Isabel Fernández del Castillo (autora de La Revolución del Nacimiento)
Almudena Reguero (Periodista especializada en salud y terapias naturales)